Los que me conocéis un poquito sabéis que soy risueño por naturaleza. El número de veces que hago el tonto al cabo de un día tiende a infinito, y siempre parezco estar feliz. Y lo parezco porque lo soy. Si pasáis un tiempo cerca de mí os daréis cuenta de que ver a Carlos triste es menos probable que escuchar una balada de Pitbull. Y si no me conocéis mucho, pero habéis leído los datos personales (a la derecha de esto) sabréis que tengo un motivo para intentar sonreír siempre y ver el vaso lo más lleno posible.
Y creo que hoy es un día perfecto para presentaros a mi "motivo", porque un día como hoy hace 26 años nació en Madrid. Mi motivo se llama Sergio, y es mi hermano. Supongo que todo el mundo piensa que sus hermanos son los mejores, los más guapos, o los más divertidos. El mío, curiosamente, es todo eso, pero además hay una razón que le hace ser el más especial: tiene el Síndrome de Down. Podréis preguntaros por qué esto lo hace especial, y lo veo normal. La respuesta no es fácil. De hecho es más bien difícil, ya que solo quien tiene cerca a alguien como mi hermano puede saber lo que una persona así te puede llegar a enseñar. Me siento más que afortunado por ser su hermano, porque 18 años con él te hacen aprender y madurar más de lo que se puede sospechar.
Esta semana he empezado la Autoescuela. Ya os contaré como me va y os avisaré cuando ya tenga el carné (para que vayáis con mas cuidado por la calle claro). No se me ha ido la olla eh, es que haciendo memoria creo que poder conducir es el único reto que mi hermano no ha podido superar. Cuando era pequeño, verle preguntándole a mi madre que cuando iba a sacar el gobierno una ley para que los chavales como él puedan conducir es una de las cosas que más me ha marcado en mi vida. Pero eso, debe ser lo único, porque por lo demás ha arrasado con todo. Se graduó en un colegio especial, llegó a un proyecto de la Universidad Autónoma de Madrid, y ahora lleva 3 años trabajando, y dos con su novia. Sus llamadas telefónicas son las más pegajosas de la historia de las llamadas telefónicas pegajosas, pero merece la pena escucharlas :D Además, tiene mil amigos y sale de dos a tres veces por finde el jodío.
Mi hermano me ha enseñado que se puede poder con todo. Me ha hecho ver que no merece la pena lamentarse de los fracasos ni pensar en ellos (porque no creáis que él lo ha conseguido todo a la primera), y me ha enseñado que vivir es luchar por lo que quieres y te hace feliz. Él lo ha hecho durante 26 años (con mi madre como principal apoyo) y le ha salido bien. Ha llegado casi al límite de sus posibilidades con un montón de esfuerzo e ilusión, y aunque es la persona más cabezota que conozco (todos los Down lo son), sabe cuáles son sus limitaciones. Mi hermano ya sabe perfectamente que nunca podrá llegar a conducir un coche, pero sonríe al pensar que cuando yo tenga el carné podrá convertirse en el copiloto perfecto.
Y lo malo de todo esto es que sé que este es un tema poco conocido. La gente, al ver a una persona con el Síndrome de Down, piensa que ese chico o esa chica no es capaz de casi nada. Incluso hay gente que no los considera personas normales. Es una lástima lo mucho que se dice sin saber. Es una lástima que no sepan que no solo son personas, sino que probablemente son las mejores personas del mundo.
Y para que esto os quede claro para siempre os dejo otro texto de mi tuenti esta vez uno que escribí hace poco. Habla de todo lo que os he contado hasta esta línea, pero más concentrado. Espero que no lo olvidéis nunca.
Felicidades campeón!
Felicidades campeón!
Mi ángel de ojos achinados
No lo intentéis. No penséis que podéis darme lecciones. No me habléis de eso de la felicidad y de cómo se consigue, ni de lo difícil que puede llegar a ser vivir. No os atreváis a hablarme de esfuerzo, ni de ganas de seguir. Que no se os pase por la cabeza contarme vuestros sueños "imposibles" ni vuestros miedos absurdos. No me habléis de madurez, ni os rindáis delante de mi. Tampoco me habléis de soledad o dolor, ni dejéis que la palabra imposible salga por vuestra boca si mis oídos están delante. No mencionéis eso de la injusticia, ni lo de superarse a uno mismo. Ah, y no os penséis que porque os haga caso 10 minutos me tenéis ganado, porque eso es algo que solo él podrá decir jamás. No me habléis de guerra o lucha, pero tampoco de amor. En definitiva, no tratéis de tararearme una canción que él me ha cantado estrofa a estrofa cada día de mi vida, y que ya me sé de memoria. De verdad, no intentéis ninguna de estas cosas. No lo hagáis salvo que vosotros también tengáis uno, o sepáis de lo que es capaz un ángel como el mío. Un ángel de ojos achinados que puede con todo, que puede con todos.