Tenemos una manía bastante
curiosa basada en encontrar barra buscar con ímpetu escusas para no dejar
soltar una lágrima. Una lágrima que parecía decidida a lanzarse veloz por
nuestras mejillas. Una lágrima que nació cuando nuestra comedia romántica se volvió
drama, cuando todos nuestros planes de futuro se quedaron en ayer. Una de
nuestras escusas favoritas se llama tiempo. Un tiempo que dicen, es amigo
íntimo del olvido. Un tiempo que cambiará nuestras pocas ganas de seguir por
nuevos caminos a caminar. Confiamos ciegamente en el tiempo. El tiempo nos hará
entender que la perfección no puede encarnarse solamente en una persona, nos
hará ver que al cielo se llega despegando, cogiendo velocidad, y subiendo poco
a poco. O de golpe, a toda velocidad, como un cohete espacial. El tiempo nos
ayudará. Siempre. A veces consiguiendo que nos demos cuenta de todo lo que pone
en estas líneas. Otras, haciendo todo lo contrario. El tiempo también
puede hacer que nos demos cuenta de que si, que hay chicas más guapas,
más inteligentes, más graciosas, más inocentes, con ojos más mágicos aún, con
las piernas más bonitas, más perfectas. Pero aunque el tiempo intente
engañarnos, si el calor fue calor de verdad, nos daremos cuenta definitivamente
de que no queremos a una de esas chicas perfectas. Nos daremos cuenta de que
nosotros la queremos a ella, porque en eso de hacernos felices, no hay quien la
gane.
Nota informativa: el
recién leído texto no pretende causar especulaciones de ningún tipo, y su
creación se debe única y exclusivamente a las reflexiones que provoca un día largo y
ajetreado con una ducha fría posterior a tal ajetreamiento, palabra que no
existe demasiado por cierto. Sed buenos.