domingo, 23 de diciembre de 2012

La montaña rusa

Todos hemos estado en la cola de la montaña rusa más alta del parque de atracciones. Y todos hemos tenido (si no hemos sido nosotros) un amigo que ha dicho que se iba, que le daba cosa montarse. Que para qué sufrir a 70 metros de altura pudiendo montarse mil veces en los coches de choque, que van rápido, pero sin despegarse del suelo. Y muchos de esos amigos que todos hemos tenido, después de atreverse a montar tras nuestras feroces insistencias, han acabado corriendo de vuelta a la cola para subir una y otra vez. ¿Explicación lógica para este proceso? Fácil, el miedo.


El sabor de estos chicles es efímero
Uno de las excusas más utilizadas por el miedo para hacer su puesta en escena es la novedad. Me explico. Lo nuevo nos da miedo. ¿Quieres probar este chicle de melón con curry? Si nos hacen esa pregunta siempre pensamos antes que puede saber mal que que puede saber bien. (NOTA: no intentar hacer chicle de melón con curry en casa, no tenéis ni idea de hacer chicle). Nos empeñamos en buscar definiciones de felicidad, y la identificamos con las cosas pequeñas muy a menudo. Pero no nos damos cuenta de que la felicidad es bastante más simple que cualquier definición que podamos encontrar. Eso sí, si alguien viene y amenaza nuestra felicidad compuesta a base de esquemas fijos construidos durante años, nos asustamos. Nuestros esquemas parecen bastante asentados... ¿por qué o por quién ibamos a romperlos así, de golpe y porrazo?

No penséis que os culpo por tener miedo, eh. Yo soy el primer cagao de todos. Pero os digo una cosa, tener miedo no es algo malo. Salvo que tengáis miedo a las croquetas, porque entonces sí es malo. Es imposible tener miedo a las croquetas, las croquetas están muy buenas. La croquetofobia es ridícula. Paréntesis gastronómico acabado. Os digo que tener miedo significa muchas cosas buenas. Significa que hay una oportunidad de cambiar algo, y que ese cambio puede ser a mejor. Tener miedo supone la posibilidad de intentar vencerlo: solo quien tiene miedo puede llegar a ser valiente. 

El sabor de la croqueta es eterno.
La cuestión es: ¿cómo o cuando sabemos que tenemos que arriesgarnos a vencer al miedo? Es difícil, pero como con casi todas las preguntas, existe una respuesta. Tener miedo a que algo salga mal, a que al dar el paso nos torzamos el tobillo, es lógico. Incluso puede llegar a ser bueno, porque nos lleva a pensar detenidamente. Y pensar de verdad no es algo que hagamos muy frecuentemente. Lo importante es que, al pensar, no solo lo hagamos con la cabeza. El pulso de cabeza y corazón no tiene por qué tener vencedor, pero si debe ser justo, en igualdad de condiciones. Lo único que debemos tener claro es que si el miedo puede impedir que seamos lo que queremos ser, en ese momento, hay que pasar a la acción. El pulso tenemos que ganarlo nosotros, siendo valientes. Que si, que curry y melón en la misma frase suenan fatal, pero que a lo mejor su mezcla sabe de puta madre. 

No quiero que hagáis barbaridades después de leer esto, haced lo que tengáis ganas de hacer, y eso no será ninguna locura. Sed valientes, atreveos a serlo. No se ha acabado el mundo (MAYAS CABRONES), pero no sabemos cuando se puede terminar la función. Y que en vuestra obra pasen las cosas que os asustan, porque esas son las que os llegarán a hacer felices de verdad. Está muy alto, y va muy deprisa, pero tenéis que atreveos a montar en la montaña rusa más alta del parque de atracciones. Yo he sido siempre el amigo ese que no quiere montar porque ,joder, da miedo, pero os lo juro: cuando por fin te atreves a subirte, ya no quieres bajarte nunca.


Feliz Navidad! Sed buenos!




martes, 4 de diciembre de 2012

Donde nacen las Mariposas


Yo no creía en las mariposas. Sí, esas mariposas de las que hablan los poetas, esas mariposas subterráneas que hacen de la piel su techo y jamás ven la luz más allá de nuestros estómagos. No tenía fe en ellas, las consideraba un invento comercial más de los guionistas de televisión. Sin embargo, un giro de 180 grados en el curso de los acontecimientos recientes, sumado a la historia que os voy a contar en la próximas líneas, me han llevado a elegir el pretérito imperfecto simple para darle forma a las primeras líneas de esta entrada. Las mariposas existen.

Mi teoría se basa, como os he dicho, en la lección que me han dado dos personajes que podréis conocer en breve, y en la experiencia que supone un dolor en el estómago cuando no estás malo, o un temblor generalizado cuando no tienes frío. 


Siguiendo un método bastante científico, la hipótesis (si le das un susto muy grande se queda en tesis, PERDÓN) principal de mi teoría será la existencia de una fábrica de mariposas dentro de cada uno de los 6000 millones y pico de personas que dicen que hay en la Tierra. Bueno, en Falete hablaríamos ya de una multinacional.. pero da igual. Lo importante es contaros la historia de ... cachis!, por la ley de protección de datos no puedo dar nombres, así que les llamaremos "Retratos" y "Tulesa". 

Una buena manera de quitar el hipo
Retratos y Tulesa decidieron enseñarme cómo la fábrica de las mariposas funciona de una manera diferente en cada persona. Cómo algunas de ellas siempre están a pleno rendimiento, incluso cuando una temporada de alta producción se acaba, y cómo otras permanecen cerradas hasta el momento menos esperado, en el que alguien llega, da la luz, y pone las mariposas a volar. Es imposible escribir un manual de funcionamiento de las fábricas de mariposas, cada una tiene sus propias leyes no escritas. Mis mariposas, por ejemplo, siempre han sido bastante perezosas. 

Siguiendo con mi hipótesis, Retratos y Tulesa empezaron por enseñarme como el "cuando" del comienzo de la producción es imprevisible. Cuando las primeras mariposas empezaban a revolotear en la fábrica de Retratos, las de Tulesa parecían entretenidas con otros cometidos. Era solo el principio. Nada que merece la pena ocurre fácil, ni rápido.

Después, Retratos y Tulesa comenzaron, quizá sin darse cuenta, a dejar que sus sonrisas sonriesen más cuando estaban una delante de la otra. Poco a poco, sus fábricas se iban sincronizando. Aprendieron que la vida se aprende viviendo. 

Pero yo seguía haciéndome preguntas: ¿Qué tiene que pasar para que las fábricas de dos personas pasen de repente a tener el mismo funcionamiento?, ¿Dónde hay que ir para confirmarlo? ¿Y cómo? Poco después aprendí que todas esas preguntas no se responden con palabras, pero sí con miradas. Y las de Tulesa y Retratos no paraban de decirse cosas, casi se les podía oír. Solo era cuestión de tiempo. 

Y el tiempo pasó, y llegó el día en el que, cuando las miradas empezaban a quedarse sin voz de tanto gritarse, las fábricas de mariposas de Retratos y Tulesa se hicieron una sola. Y en ese momento lo entendí todo: las mariposas sí existen, y quizá por eso ese puñetazo inexplicable en el estómago en el momento más inesperado. Alguien debe de haber dado la luz.

Tulesa y Retratos, por su parte, habían elegido hace mucho tiempo dónde querían ir. Sin embargo, a lo mejor porque aún no lo sabían, o quizá porque eligieron caminos diferentes para llegar, tardaron mucho en alcanzar el que es, probablemente, el mejor sitio del mundo: el lugar donde nacen las mariposas. 

Cuídala mucho tronco, es lo mejor que has tenido nunca. 

Sed buenos!

"You were made to go out and get her" (Hey Jude- The Beatles)