viernes, 16 de noviembre de 2012

Ciento Setenta y Cinco


"De cuando éramos grandes y no sirvió para nada". Que una frase de una canción de Vetusta Morla me ayude a empezar una entrada de blog está empezando a ser tradición. Esta vez la madre de la susodicha es "Cenas Ajenas". No es de mis favoritas, pero me viene al pelo para introducir de una manera sutil a la par que elegante el tema con el que os quiero no aburrir hoy. El significado de crecer. Empezamos. 

Me viene a la cabeza un mini-Carlos a los 10 u 11 años. No sé si os acordáis de un programa que había en la 1 que se llamaba "Cruz y Raya". Si no os acordáis sois idiotas. Lo siento. Era un show de sketches de José Mota y .. el Otro (el otro se llamaba Otro creo..). Y yo era el fan número uno del mundo. Para mi la Blasa o Repu la Cerda eran como hoy los tíos de Crepúsculo para esas hormonas andantes que se hacen llamar adolescentes. Y me pasaba el día imitando a los personajes. Por si no me conocéis, os cuento. Tengo un don bastante incomprensible para imitar voces. Plancho como el culo, no consigo mejorar.. pero os puedo hacer la voz de Rajoy, de Nadal, del Rey, o de la Duquesa de Alba entre otros sin despeinar mis inquietas cuerdas vocales. El caso es que a la edad en la que nos dicen que estamos preparados para la primera comunión me pasaba el día imitando a estos dos genios del humor absurdo (el mejor humor de todos los humores):


Y os juro que lo clavaba. Bueno, y ahora lo sigo clavando, lo podéis comprobar en youtube. Ha sonado muy flipado todo, no lo es. El caso es que 9 años después sigo igual, haciendo las mismas tonterías, o más. La única diferencia destacable es que en aquella época cada 5 de enero me iba a dormir creyendo en la magia por encima de todas las cosas. 

Y me da a mí, bueno, sé de sobra, que hay gente que piensa que soy tonto por hacer el idiota el 98% del día con 19 años. Que a esta edad ya hay que ser maduro. Y yo estoy totalmente de acuerdo. Cuando tienes que conseguir 20 velas para inundar la tarta te tienes que empezar a replantear cosas. Tienes que empezar a ser serio. Pero.. ¿Ser más serio significa reír menos? Y una mierda. Crecer y madurar van de la mano, pero la gente no tiene ni idea de lo que significa de verdad crecer.

Y cada vez se crece peor. Yo os digo una cosa: tengo bien claro que mi hijo que nacerá sabiendo autocambiarse los pañales (si no entiendes esto ve corriendo a mirar la entrada "Un Puzzle de 93 piezas"), no tendrá un iPhone a los 8 años. Ni a los 11. Nos estamos acostumbrando a crecer demasiado rápido, pero ese ya es otro tema. Lo que yo os quiero decir hoy es que crecer significa madurar, pero madurar no significa entristecer. Que ser un idiota de los buenos lleva a ser más feliz a las 10, a los 19, y a los 40 años. Que el que hace y dice tonterías no es necesariamente tonto. Que a lo mejor es más listo que el que solo dice brillanteces que no hacen reír a nadie. En resumen, que una sonrisa siempre merece la pena, sea cual sea el medio por el que se consigue, y sean cuales sean las circunstancias que la rodeen. 

Y para que se os quede grabado a fuego (el de una vaina loca no, la cosa esa que quema), os voy a dejar otro texto que escribí en mi época prebloggiana en tuenti. Se llama "175", en honor a cada uno de los centímetros que componen mi ser. Cuidao, hablamos de altura eh. Que no me apellido Vidal. Cuenta como yo he ido creciendo a mi manera. Y la verdad, lo escribí en 2011, así que faltan los últimos meses de mi vida, en los que he crecido más de lo que jamás hubiese pensado. Tranquilos, sigo imitando a la Blasa cada dos o tres días, y no paro de pensar chistes malos. Y el 5 de enero de 2013 (si no se ha acabado el mundo) pondré el despertador muy temprano cuando me vaya a dormir. En definitiva, "175" cuenta todo lo anterior pero comprimido. En zip. En Rar. Para que os llegue bien y lo entendáis: Que crecer es saber que la magia no existe, y aún así, seguir creyendo en ella. 

175

Vas sumando centímetros. Vas haciendo una marca en la pared para compararte con el año anterior. Le preguntas a tus padres cuánto medían tus abuelos para elaborar una complicada media familiar, y al final mides lo que todo el mundo. Y en el momento en el que la marca en la pared se repite, empiezas a crecer de verdad. Y crecer da miedo, duele. Es como ponerte al borde de un precipicio y tener que saltar sí o sí sin ver el fondo. No sabes lo que te espera, ni qué será de ti ahora que cada vez menos gente te dice lo que tienes que hacer. A pesar de todo esto, yo me río de los que dicen que crecer es volverse serio, madurar. Crecer no puede ser eso. Crecer es saber encontrar las personas con las que saltar el precipicio. Es darte cuenta de que antes un viernes por la tarde te apetecía jugar a la "play" y ahora te apetece Madrid y tus amigos, o de que antes te morías de ganas de meterle mano a esa chica, y ahora te empieza a hacer ilusión poder llegar a decir te quiero de verdad algún día. En serio, crecer no puede ser dejar de hacer locuras y tonterías, sino saber qué tipo de locuras y tonterías debes hacer en cada momento. Eso debe ser crecer.




Sed buenos!


viernes, 9 de noviembre de 2012

¿Qué querías ser de mayor?


¿Qué quieres ser de mayor? Astronauta. Un estudio aún por realizar confirma que el 99,9304% de los niños que dan esta respuesta no llega a ser astronauta. Algunos pisan la NASA, pero de excursión. El motivo de este abrumador resultado es claro: la ambición que tenemos cuando somos pequeños cae con cada centímetro que nuestro cuerpo levanta sobre el suelo. Y en el fondo es lógico. Una de las características imprescindibles de la ambición es su racionalidad. Me explico. Cuando pensamos en lo que queremos hacer y ser, tenemos en cuenta las trabas que probablemente nos encontraremos por el camino. El problema es que a veces esas trabas se pueden superar, pero las damos por imposibles. ¿Por qué? Ni puta idea.

En el mundo se desperdicia talento a montones, pero falta ambición. Pero no os confundáis. Tener ambición no significa, por lo menos para mí, querer ser astronauta, ingeniero, o descubridor de cosas no descubiertas. Tener ambición es intentar hacer lo que de verdad queremos hacer. E intentar ser lo que de verdad queremos ser. Parece que entonces ambición y vocación van de la mano por narices, pero no es así. Una de las mejores ambiciones del mundo puede ser luchar por encontrar algo que nos haga felices de verdad.

Además, "ambición" y "mejor" no forman parte de la misma familia semántica (como política y honestidad). Tener ambición no debe significar querer ser el mejor del mundo. Al menos eso pienso yo. Lo que sí debe significar es una existencia apoteósica (NOTA: la palabra "apoteósica" solo se puede leer con voz de Piqueras en este blog, si no, fuera de este blog ahora mismo) de ganas de mejorar, de ser mejores de lo que ya somos. Y todo en esta vida se puede mejorar, sin excepción. Menos los canelones de mi madre, eso no hay quien lo mejore. Por ejemplo, un futbolista siempre intenta meter más goles, y los que humildemente tocamos la guitarra tratamos de que nuestros dedos mejoren su amistad con las cuerdas día a día.
Jesulín NO lee este blog

Todo esto suena muy bonito: superación, ganas de mejorar, en definitiva, ganas de comernos el mundo. La pena es que nos llenamos enseguida. Y cada vez más gente se conforma con el 5 pudiendo sacar ochos y nueves. Nos quejamos, pero cuando nos dicen que no nos callamos. Queremos cambiar el mundo, y no nos damos cuenta de que los primeros que debemos cambiar somos nosotros. Afortunadamente, todo tiene solución en esta vida, sin excepción. Bueno, menos si te pasas al echar sal cuando intentas hacer los canelones de mi madre, eso no hay quien lo arregle. Y yo, como buen optimista realista que soy, os voy a dar unos pequeños consejos barra pautas para cambiar vuestras demasiado calmadas ambiciones. (NOTA: el hecho de que Jesulín de Ubrique viva en una finca que se llame "Ambiciones" no da lugar a ningún tipo de relación entre el presente blog y Jesulín de Ubrique, que ya que me sacáis el tema, gran estómago debe tener para haber estado con Belén Esteban..)

Una de las cosas que más claras deberíais tener cuando configuréis vuestras prioridades es que la ambición no puede ser múltiple. No podemos soñar las estrellas de varios cielos diferentes a la vez. Es imposible. Esto nos lleva a pensar que tenemos que tener cuidado a  la hora de elegir en qué causas destinaremos nuestros mayores esfuerzos. Para que lo entendáis, os pongo un ejemplo facilillo: si un día ella está triste, marcar 3 goles en el partido del equipo de la uni, o que mi guitarra suene de puta madre pasarán a ser actores secundarios, y el protagonismo lo ganarán mis ganas de ser el mejor del mundo en eso de hacerla reír. Es un ejemplo tonto, y simplón, pero lo he puesto para que entendáis bien lo que quiero decir. Que a veces no logramos lo que queremos porque nos entretenemos con cosas mucho menos importantes.

 
También es importante que tengáis claro que la ambición debe ser personal. Si alguien os dice lo que tenéis que querer querer, y le hacéis caso, ya sois marionetas para siempre. La ambición no debe depender jamás de las expectativas que los demás tienen sobre nosotros, sino de todas esas cosas que nos ponen los pelos de punta (menos el frío y la gomina claro).



Y ya está. Creo que eso es todo. Os he soltado todo este royo porque miro al mundo, y me da pena. Todo va a peor, y seguramente sea porque no nos atrevemos a cambiarlo, o porque no nos creemos capaces. Y por supuesto que lo somos, pero los toros se ven mucho mejor desde la barrera. Yo me he cansado de seguir mirando. No quiero ser el mejor del mundo en todo lo que hago, pero no quiero dejar nunca de mejorar. No quiero que me den el Balón de Oro, ni llenar el Bernabéu en un concierto, pero quiero marcar mejores goles, y tocar canciones más bonitas. En definitiva, yo no quiero cambiar el mundo. Yo quiero comérmelo, y que alguien se lo coma conmigo. Y punto.


 Sed ambiciosos!




jueves, 1 de noviembre de 2012

Sobre el concepto de imposibilidad


Nos mienten todo el tiempo. Por todas partes. Nos venden mundos idealizados que no tienen nada que ver con la realidad. Y a veces esa idealización no viene mal eh. Hay momentos en los que necesitamos mentirnos para evitar que una verdad demasiado dura nos hunda. Pero muchas veces la moraleja de los cuentos que nos cuentan no tiene ningún beneficio. Hay miles de ejemplos, pero yo hoy solo os quiero robar un poco de vuestro preciado barra inutilizado tiempo para hablaros de como nos mienten en lo referido al concepto de imposibilidad. 

Falete (de ternera)
Empezando por adidas, que decía hace no mucho aquello de "Impossible is nothing" (la verdad hay que reconocer que tú te compras unas deportivas con ese lema y te las llevas puestas más eufórico que Falete en un buffet libre...) #ParéntesisDeKilo; y siguiendo por muchas series de televisión, nos venden la historia de  que no existen las cosas imposibles. Y queda super bonito, pero es una mentira más grande que el cinturón de Falete (juro que no odio a Falete). Las cosas imposibles existen, lo que no existe es el estado perpetuo de imposibilidad. Me explico en el siguiente párrafo, porque vaya frasecita, eh?

Lo que quiero decir con tal afirmación es que lo que hoy es imposible, mañana puede ser posible, o incluso una realidad. Que oye, hace no tanto pensábamos que la Tierra era plana, y ahora mandamos a un tío a la estratosfera a tirarse para abajo, o a un robot para que nos diga si podremos ir a Marte cuando nuestro planeta se canse definitivamente de nosotros. Y oye, que la Duquesa de Alba se ha casado! Y sinceramente, yo hace 5 años no la veía de tronista de Mujeres, Hombres, y bicepberza precisamente.. En definitiva, que hay cosas que, por definición, son imposibles, pero esa definición espera a que alguien coja borra y lápiz, y la convierta en posible. 

Lo siento, lo he intentado, pero no he podido evitar la tentación. Es decir la palabra imposible, y se me viene la imagen a la cabeza. Os hablo de El Barco, una serie que se está ganando poco a poco el número uno en mi lista de éxitos, humorísticamente hablando. Me vais a permitir abrir un pequeño paréntesis para hacer pública mi opinión sobre los primeros capítulos de la tercera temporada de esta serie tan real. Por si no la veis, os cuento. Resulta que, después de seguir a un pato por medio océano (SI, UN PATO), los tripulantes del barco llegan a una luz. (SI, EL PATO VENÍA DE UNA LUZ). Y claro, como buenos españoles, son desconfiados, y dicen: a ver si va a ser una trampa, pensemos una solución. Y como buenos españoles, la solución que se les ocurre es defenderse con palos. (SI; CON PALOS). Organizan un "ejército" de bailarines con palos, encabezados por un cura francotirador. Claro que si. La serie es un homenaje perfecto a la absurdidad. Cerramos paréntesis. 

Volviendo al concepto de imposibilidad, os voy a dejar un mini texto que escribí en mi época de colaborador en una página web llamada tuenti, hace un año y pico (de pato). Se llama "Segundos Voladores", y cuando lo leáis entenderéis el título. Habla de unos segundos voladores que me enseñaron un día (y me siguen enseñando) que hasta las cosas que más imposibles consideras, pueden darte una sorpresa en cualquier momento. La imposibilidad puede esfumarse de repente, pero siempre con ayuda. Se puede intentar cambiar, pero solo si se quiere de verdad. Y si alguien confía en que puedes llegar a hacerlo. Puede que, gracias a cosas como los segundos voladores, te des cuenta de que, solo, las cosas parecen más imposibles. Puede que hoy, encontrar alguien con quien aniquilar la imposibilidad, sea la mejor posibilidad. 

"Segundos Voladores"

Al principio cuesta verlo. Empiezas a sospechar, pero te lo niegas a ti mismo. Tus sospechas crecen cuando la miras a los ojos, y los demás ojos empiezan a parecerte mediocres. Pero te sigue cegando el miedo, el miedo a lo inesperado. Luego te sientes raro al sonreír como un gilipollas viendo sus fotos, pero todavía no. Y es que no te das cuenta hasta que te descubres imaginándola en cualquier sitio, cuando hasta la canción más tonta te habla de ella, o cuando los segundos vuelan cuando está a tu lado. Entonces lo sabes, y ya no hay vuelta atrás. Y el miedo, esta vez a perderla, te recuerda que hay cosas que no pasan porque no tienen que pasar. Pero tú también sabes que esta.. no es una de ellas.


Sed buenos!