sábado, 26 de septiembre de 2015

Jamás te dejaría leer esto

Jamás te dejaría leer esto. Jamás te dejaría saber que hoy, mientras te abrazaba, he soñado despierto.  En el sueño también te estaba abrazando, muy fuerte. Después de secarnos las lágrimas nos mirábamos y sonreíamos como dos verdaderos idiotas.

Siempre había sido tu sueño:  siempre habías dicho “yo quiero la parejita, niño y niña”.  Y ahora no podías evitar temblar de la emoción al presentarle a tu hijo a su preciosa hermana. Los dos habían sacado tus ojos, un pelín achinados. Tu mujer sonreía cansada desde la cama de aquella habitación de hospital donde estaban todos tus familiares y amigos, felicitándote.

Cuando todos se iban, sacabas tu cámara (en mi sueño eras fotógrafo profesional), y nos hacíamos una foto de familia. Bromeabas diciendo que la pondríais al lado de la de la boda, en  la que mamá salía fatal. Ese comentario era la excusa perfecta para volver a recordar ese día tan importante para ti, incluida la despedida de soltero (¡menudo borrachera nos pillamos!). Nos contabas que aún te ponías nervioso cuando te acordabas de cómo tu mujer caminaba hacia el altar, y que estabais planeando repetir la pedazo de luna de miel que os montasteis por  Nueva York y el Caribe.

Al bajar a la calle, en la entrada del hospital, te fumabas un pitillo, y me prometías que solo habías vuelto a fumar uno o dos para combatir el estrés de los últimos meses. Yo, como buen hermano pequeño, te echaba la bronca, pero te entendía. Te preguntaba cómo estabas y me decías que eras feliz. Que estabas muy atareado porque había mucho curro en la revista y seguías dando conferencias en la universidad, pero que al llegar a casa tenías todo lo necesario para ser feliz. Y entonces me llevabas a casa, conduciendo (en mi sueño conducías un pedazo de Audi de esos que te gustan). Conducías genial.

Y entonces, mi sueño ha terminado igual que empezó, con un abrazo de esos tuyos que siempre consiguen que parezca que todo va a ir bien.

Lo duro de soñar despierto es que siempre se vuelve a la realidad. ¿Sabes qué? No sé muy bien quién era ese tal Down, ni cómo descubrió tu síndrome, pero me da igual. Daría lo que fuera por poder hablar con él y preguntarle si existe una mínima posibilidad de poder darte ese maldito cromosoma que te falta, ese maldito y desgraciado cromosoma que ha hecho que de todas las cosas que ocurrían en mi sueño, no vayas a poder hacer ninguna.

Te juro que movería cielo y tierra para poder cambiarme por ti,  para que jamás volvieses a encontrarte con esa mierda de frase a la que ya te has acostumbrado: “esto no puedes hacerlo tú solo”. Y sobre todo, ojalá pudiera ser tan valiente como tú, ojalá pudiese entender cómo, a pesar de todas las barreras, a pesar de todos los golpes, a pesar de tanta rabia al sentirte diferente, a pesar de esa impotencia nunca has dejado de sonreír, ni de alegrarnos la vida a todos. Eres un superhéroe, eres mi ángel de ojos achinados.

Y ya no vale la pena pensar en todas esas cosas que no puedes hacer, lo sé, pero yo sigo preguntándome qué sentido tiene que pasen cosas así, que la vida decida dar o quitar suerte a su antojo. Lo intento entender, trato de hallar una explicación lógica, pero no puedo, joder. Podría destrozar la mesa en la que escribo ahora mismo a puñetazos cuando lo pienso y me domina la rabia. Pero jamás te dejaría saberlo.

No, jamás te dejaría leer esto, porque entonces tú también te preguntarías como yo por qué la vida ha sido tan cruel e injusta contigo, y llorarías conmigo cuando entendieses que toda la suerte que te quitó la vida, sin elegirlo, me la regaló a mí al poder tenerte. Sí, hermano, te debo toda mi suerte.

Y por eso nunca podrás conducir, pero podrás ser mi copiloto. Nunca darás una conferencia en la universidad sobre fotografía, pero te llevaré a mi clase, a que enseñes a mis niños lo que es luchar. Nunca tendrás hijos, pero serás el padrino de los míos, y serás un tío genial. Pase lo que pase, nunca estarás solo, siempre estaré yo, porque te he visto sufrir, llorar, pero también crecer y ganar.

Pero no puedo dejar que leas estas líneas porque sé que te pondrías triste al verme llorar. En lugar de eso, voy a seguir haciendo lo que hago cada año cuando llega tu cumpleaños, decirte que te quiero mucho, decirte que eres un verdadero jefe y que estoy orgulloso de ti porque todo lo que te propones lo haces. Por saber querer mejor que nadie, por esforzarte aunque a veces el progreso se haga esperar, por ser tan increíblemente bueno

Sí, eso voy a hacer. Voy a terminar de escribir, voy a volver a abrazarte para darte las gracias por todo lo que he aprendido de ti, y voy a recordarte todo lo que has conseguido. Voy a hacer el tonto, que es lo que más te gusta, para hacerte reír. Vamos a estrenar tu flamante palo selfie, vamos a ver una peli, vamos a comer unas palomitas, vas a ser feliz.

Pero no, jamás te dejaría leer esto.

Felices 30 jefe.

Tu hermano pequeño,
Carlos


1 comentario:

  1. Y cuando dices que vamos a tener la suerte de conocer a este SUPER SUPERHÉROE?

    ResponderEliminar